viernes

No es tiempo de poesía

Siete y diez de la mañana, otro bonito día de primavera comienza a despertar desperezándose sobre el pueblo aún dormido. Me encuentro en la estación sentado como cada mañana, empujando las manecillas del reloj con la mirada, esperando al tren.

Los alegres canturreos de los pájaros acarician graciosamente mis tímpanos y los hacen vibrar, los primeros rayos del sol de primavera juegan revoltosamente en mis pupilas y se dispersan en el interior de mis globos oculares, la suave brisa caliente que anuncia tiempos de paseo se desliza sobre mi piel envolviéndola.

De repente, un golpe de viento frío percute mi cara como un derechazo directo al mentón.

Levanto la mirada.

—¿Dónde estoy? — me pregunto confundido.

Poco a poco vuelvo en mí, miro a mi alrededor. Cortinas de lluvia golpean el suelo de la estación con fuerza, dejando entrever a lo lejos el contorno de los campanarios enemigos recortados en la silueta gris del pueblo. El ulular del viento arremete con fuerza contra mis oídos, me ensordece. Las gotas de lluvia salpican mis párpados al chocar en el cristal de la mampara cegándome. El duro frío de mayo araña mis ásperas manos, las seca.

No es tiempo de poesía, es un tiempo cruel, es primavera en Alemania...

2 comentarios:

  1. Anónimo18:56

    Estoy sorprendida. Para ser un chico de ciencias y que vive entre alemanes, escribes muy muy bien. Julia Mateo.

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  2. Anónimo11:44

    Me gusta... perfecta descripción de la primavera alemana! :)
    Vanesa

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