jueves

De la química de los estados de ánimo

Tomemos las emociones humanas como reacciones químicas que son producidas en nuestro cerebro y así mismo convendremos que los catalizadores que desencadenan dichas reacciones son los estímulos externos que recibimos a través de los sentidos.

No somos muchas veces conscientes de hasta qué punto podemos mediante los sentidos ser dueños de nuestras vidas, de nuestros estados de ánimo. Cuando estamos de bajón las más de las veces nos limitamos a resignarnos y pasar el chaparrón mental, sin pararnos a pensar racionalmente en si podemos de algún modo superar ese sopor. En otros casos está claro que el nivel de ofuscamiento o depresión es de tal magnitud que es incluso justificable tal estado y no podemos hacer nada para cambiarlo salvo acudir a ayuda profesional, pero éste no es el caso que nos ocupa.
Un lunes uno se levanta de base, de mucha peor leche que un viernes, deprimido, casi sin saber que sentido tiene todo. La situación pinta fea para lo que queda de día, el cielo nos cubre con grises nubarrones, e incluso caen chuzos de punta, pero puede ocurrir que un simple gesto, el simple pensamiento de cosas que están por venir, algo nuevo sobre lo que escribir, o sencillamente ir al trabajo escuchando música, cambie la perspectiva que teníamos en primera instancia.

La música es bajo mi punto de vista, uno de los generadores de emociones más poderosos con los que cuenta el hombre. Para los antiguos la música era de origen divino, un don precioso entregado a los hombres por algún Dios, considerándola también vehículo de magia y encantamiento. Como ya dijo Nietzsche: "Ohne Musik wäre das Leben ein Irrtum".

Por otro lado las circunstancias que rodean a cada persona es otro de los factores que influyen determinantemente en el estado de ánimo de cualquiera, y éstas son inherentes al ser como otrora dijera Ortega. Tan volátiles y cambiantes que salvo temas de gran calado, la mayoría de las veces con el más normal de los sentidos comunes se pueden abordar.


Y es que hay veces que uno es infeliz sin realmente tener motivo alguno, sin saber el por qué. Es lo que podríamos denominar "la infelicidad artificial generada" que los mecanismos automáticos del cerebro humano adoptan por vicio, creados por las sociedades de consumo en las que nuestras vidas discurren de necesidad artificial en necesidad artificial. Esta cadena de consumismo no conduce a la felicidad como nos hacen creer, sino al más absoluto de los vacíos.

Es una espiral de consumo que no nos proporciona bienestar real, simplemente dividendos a quienes juegan el papel de productores de necesidades. Pero la buena noticia es que al tratarse de algo alojado artificialmente en nuestro interior, puede ser extraído con relativa facilidad de nuestras mentes. Prueba a realizar un ejercicio sencillo de análisis, párate un instante y piensa dos veces si realmente necesitas todo lo que has adquirido por impulsos y actúa en un futuro en consecuencia con tus observaciones. Deshazte -en caso de querer y poder- del vicio del consumismo. Al principio nos costará dejarlo como vicio que es, pero al cabo de un tiempo notaremos como además de ganar unos kilitos nuestra cuenta corriente, autoestima y estados de ánimo respirarán mejor.

La vida puede ser muy bonita o terriblemente fea, hagamos pues lo posible por generar las reacciones químicas precisas que nos permitan disfrutar de ella al máximo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario